Durante el 2013 se ha iniciado el "
Human Brain Projec"', un
proyecto de investigación con el objetivo último, para los próximos 8 años, de
llegar a crear una simulación informática del completo funcionamiento del
cerebro humano. Un proyecto mastodóntico hecho posible únicamente por la
financiación de un billón de euros destinada por la Comisión Europea en el
marco de su programa “Tecnologías Futuras y Emergentes” (FET- Future and
Emerging Technologies).
Las tecnociencias como inversión
Este programa representa
una especie de “New Deal” del nuevo milenio: estimular más las convergencias
científicas en ámbitos futuros, y por tanto arriesgados económicamente, para
sacar fundamentalmente nuevas y lucrativas aplicaciones tecnológicas en el
campo social (léase control sobre la sociedad) y económico. Los proyectos a
concurso para obtener esta enorme financiación fueron seis, cada cual más
inquietante que el anterior. Como denominador común todos tenían eso de la
convergencia tecnocientífica para desarrollar nuevas tecnologías
"revolucionarias" para la distopía que estamos viviendo. Como
ejemplo, uno de los proyectos a concurso se pone como objetivo el reconstruir
virtualmente todos los procesos biológicos del cuerpo humano, para crear un
modelo de paciente standard universal, personalizable modificando simplemente
las características anatómicas, fisiológicas y genéticas (1). Por otro lado,
otro proyecto delirante de los del concurso, trata de recoger el mayor número
de datos posible sobre el estado del planeta tierra, para desarrollar un
simulador capaz de predecir las evoluciones sociales, “medir y mitigar las
crisis, identificar oportunidades en áreas específicas” y proveer un apoyo en
la toma de decisiones en el ámbito político, económico y social (2). Entre
todos estos proyectos, han despuntado dos. Una investigación nanotech sobre el
grafeno y, justamente, el proyecto estrella de la neurociencia: recrear un
cerebro virtual biológicamente preciso.
Proyectos
decididamente ambiciosos pero sobretodo costosos, y el hecho de que una
institución como la Comisión Europea decida poner en juego millones de euros
subraya por lo menos dos puntos importantes acerca de estas investigaciones. El
primero es la confirmación, una más, de cómo la investigación científica, mucho
antes de servir al “progreso de la humanidad”, sirve al poder. De hecho un
proyecto prácticamente idéntico existe tanto en China como en EEUU. El
correspondiente estadounidense se llama BRAIN Iniciative (donde la sigla Brain
significa Research through Advancing Innovative Nanotechnologies) y está
financiado también por la DARPA, la agencia de investigación para las
tecnologías militares. Con respecto a que los dos proyectos están separados, se
han prometido ayuda recíproca, y si bien el proyecto europeo tenía la
apariencia de una finalidad exclusivamente “civil”, está claro que en la actual
sociedad esta distinción es un completo pretexto. En la sociedad actual, donde
la guerra es sólo uno entre muchos instrumentos a disposición de la economía
para ampliar los mercados, una ventaja en la carrera hacia el desarrollo
Hi-Tech tiene su peso en el tablero del ajedrez mundial , incluso cuando no es
un desarrollo militar. En segundo lugar es evidente, pero ni mucho menos una
novedad, la relación de simbiosis economía e investigación científica. Tras el
programa FET de la Comisión Europea queda claro que el objetivo de poner en
juego una cantidad de dinero semejante no es sólo para garantizar a Europa una
superioridad tecnológica en el campo de las neurociencias, sino también para
dar un acelerón a la transformación en aplicaciones tecnológicas capitalizables
de todo aquello que la investigación sobre bío y nanotecnologías ha desvelado a
los investigadores como conocimientos “teóricos”. Se entiende entonces porqué
dentro del proyecto está previsto un nivel para una fundación privada (en
Suiza, donde tiene sede el proyecto) encargada de explotar las oportunidades
comerciales que emergen del HBP.
El cerebro fuera de la cabeza
La mente detrás de este proyecto
se llama Henry Markram, profesor y director del laboratorio de microcircuitos
neurales en el Politécnico Federal (EPFL) de Lausana y fundador del Brain Mind
Institute. En el 2005 EPFL adquiere a precio reducido el super ordenador “made
in IBM” Blue Gene/L y lo pone a disposición de Markram para poder dar inicio a
una investigación que desde hacía tiempo les rondaba en la cabeza, el Blue
Brain Project, o en otras palabras la reconstrucción artificial de la columna
cortical de un ratón, para poder mapear después cualquier tipo de neurona y sus
conexiones dentro de la columna. Pero el verdadero sueño de Markram es otro, el
de reconstruir pieza a pieza dentro de
un ordenador, nada más y nada menos que el cerebro humano. Lanzarle al
superordenador de nueva generación (siempre desarrollado e instalado por IBM, y
a su vez inspirado en el funcionamiento de nuestro cerebro) la enorme cantidad
de informaciones generadas por las neurociencias, para llegar a una máquina que
reproduzca el cerebro humano a todos los niveles, de las neuronas individuales
a las funciones cognitivas principales. Un trabajo de titán y que consiste en
la recogida de una enorme cantidad de datos procedentes de hospitales y
universidades. Después éstos serán compilados y amontonados en el interior del
superordenador BlueGene/Q Lemanicus, la nueva joyita que Markram ha visto poner
a su disposición. Es así que el Proyecto Blue Brain de esta forma da un paso
adelante y se hace, en el 2012, el Proyecto
Cerebro Humano, presentándose a candidato y venciendo la financiación FET.
En este punto el Human Brain Project se convierte en un proyecto coordinado
por el Politécnico Federal de Lausana y que implica 112 institutos de
investigación y universidades, por la mayor parte de Europa, pero también en
Canadá, China, Argentina y EEUU, por un total de 24 naciones implicadas. Su
sede principal, en un primer momento situada en Lausana, cerca del campus
Neuropolis con las financiaciones del Cantón de Vaud y de la firma de relojes
Rolex, en un año se mueve a Ginebra, dentro de un establecimiento en desuso de
la farmacéutica Merck Serono y adquirido por los emprendedores Ernesto
Bertarelli y Hansjoerg Wyss, el antes CEO de Serono
y el segundo
fundador de
Synthes y del Centro Wyss para la Bío- y la Neuro-Ingegnería. Los dos sueñan
con crear aquí un “silicon valley” en lo que respecta a las biotecnologías,
atrayendo industrias y starts-up entorno al campus que hospedará a la firma
HBP.
En esta carrera hacia el cerebro, donde Europa y EEUU se juegan la primacía
en las neurociencias, Italia no ha querido faltar a la cita, y entre los
archivos de los institutos implicados en este súperproyecto destacan varias
“excelencias” del “bello país”.
Primero de todo, ya que más que de un cerebro entendido humanamente, aquí se
habla de superordenadores, participa el Cineca, el consorcio de Casalecchio de
Reno (con sede también en Milán y Roma) que reagrupa cerca de 70 universidades
de todos los países ofreciendo sus súpercalculadoras a la comunidad científica
en el ámbito de la simulación numérica y la visualización científica. El LENS
(el Laboratorio Europeo para la Espectroscopia No-linear) de Sesto Fiorentino,
junto a la universidad de Florencia se ocuparán de desarrollar un tomógrafo
óptico capaz de reconstruir la red del cerebro entera en un nivel muy
detallado. La universidad de Pavía, en colaboración con el IRCCS Mondino,
tratarán de desarrollar un primer modelo realista del cerebelo que irá
integrado en el modelo de cerebro que saldrá del Human Brain Project. Y también
el Laboratorio de Neurociencias Computacionales de Palermo, el Instituto de
Ciencias y Tecnologías Cognitivas de Roma, el Politécnico de Torino y el
Sant’Anna de Pisa.
La Gran Ciencia
El proyecto Human Brain tiene en sí mismo todas las características de la
definida como “Big Science”: un proyecto que trata de recoger y elaborar una
infinidad de datos que requiere un staff enorme, grandes laboratorios y
máquinas caras y que se hace posible sólo por ingentes financiaciones.
Condiciones éstas que cualquier científico esperaría para su propio ámbito de
investigación, pero que se hace realidad sólo en el momento en que el sistema
entreve una prioridad (o urgencia) en el desarrollar un cierto sector
económico. El nacimiento de la “Big Science” está habitualmente asociado con el
proyecto Manhattan, es decir el proyecto estadounidense para el desarrollo de
la bomba nuclear en los años 40. Desde ese momento se inició una mutación en lo
que era la relación entre ciencia y sociedad, donde el gobierno se convierte en
el jefe y patrón de la ciencia generando un cambio en el carácter mismo de la
institución científica. Si antes de ese momento los científicos debían saberse
hacer a sí mimos para llevar a cabo sus investigaciones, de las que pocos
descubrimientos encontrarían después una aplicación, desde este momento en
adelante las investigaciones vendrán siempre encargadas por gobiernos,
instituciones y, más recientemente, por las multinacionales convertidas en
parte de la oligarquía. No más “artesanos de la ciencia”, sino empleados,
científicos reclutados. O sea, una especie de proceso de industrialización de
la ciencia.
Obviamente no es necesario decir que en un primer momento, poco después de
la guerra, los sectores que más desarrollo encontraron por el emerger de esta
nueva “Gran Ciencia” fueron la astronomía y la física, ambos sectores
estratégicos por lo que era la situación histórica en relación a la guerra
fría. Sin embargo, en los últimos decenios los sectores que están hallando más
impulso en este tipo de investigación son las ciencias naturales, y en
particular las ciencias de la vida. Si en un primer momento, del nacimiento de
esta “Big Science”, la necesidad fue desarrollar la cohetería y las
telecomunicaciones por satélite, en línea con la prioridad de los tiempos, hoy
la necesidad a la que la ciencia debe responder, es la supervivencia del
sistema mismo. La ingenierización del viviente, para afrontar las repercusiones
sobre el ser humano y sobre el resto de la naturaleza que los cambios inducidos
por la sociedad industrial han provocado, además de la investigación de nuevos
"recursos" para tirar adelante la máquina industrial, para alimentar
el sistema.
Y si el Proyecto Genoma Humano fue un esfuerzo “a lo grande” para
identificar y mapear todos los genes del genoma humano (tanto desde el punto de
vista físico como de sus funciones), en una era en que la manipulación genética
ya no es presentada como posibilidad sino como necesidad, el Proyecto Cerebro
Humano se propone llegar a entender el funcionamiento de la que puede ser vista
como la sede de todo lo que se define como pensamientos, emociones o recuerdos
de lo vivido.
Si bien en la base de esta investigación hay la cantinela típica de la
"investigación de base" y de la "importante contribución a la
investigación médica" (ya convertida en una especie de rito mágico), dadas
las premisas de la sociedad en que vivimos y que se concreta sobre el control,
la manipulación y la explotación, se puede intuir bien cómo el "acceso al
conocimiento del funcionamiento del cerebro" es sólo un eufemismo para
entender la posibilidad de abrir más la manipulación de este órgano. Y si es
verdad que las enfermedades neurodegenerativas tocan ya a un segmento
importante de la población y van en constante aumento, la respuesta de que la
única solución real es tratar de adaptarnos (al son de los fármacos, terapias
genéticas, regeneraciones de tejidos) a un ambiente que la sociedad industrial
ha vuelto ya nocivo, es de lo más engañoso y perverso. El desarrollo de nuevas
tecnologías que podrían resultar de esta investigación está en el centro de
esta financiación millonaria. Y la seguridad de que estas tecnologías tendrán
sólo usos civiles no es nada asegurado, imaginando cómo una mayor capacidad de
desciframiento del cerebro humano puede jugar un rol “revolucionario” en la
sociedad de la coerción que las bío y nanotecnologías están permitiendo
aplicar, como ya se ha explicado en otros sitios.
Como siempre al final queda la cuestión de siempre en suspenso: ¿qué hacer
de estas noticias? ¿y qué podemos hacer contra esto? Estamos hablando de una
investigación científica más entre miles de mierdas que se tiran adelante en
los laboratorios de medio mundo. Personalmente creo que tener un ojo puesto
sobre el caudal de noticias publicadas sobre “descubrimientos milagrosos”,
“invenciones excepcionales” y “nuevas investigaciones de las mil y un promesas”
no es nada más que las informaciones que contienen, útiles para averiguar
quién, dónde y cómo se lleva a cabo en "nuestra" ciudad el progreso tecnocientífico.
Sobre lo que se puede hacer en su contra, también discutiendo con otrxs
compañerxs sale a flote la sensación de que a fuerza de hablar de lo que “están
haciendo” en los laboratorios, de nuevos desarrollos, etc, se corre el riesgo
de alienarse en la inmovilidad al tenerse que comparar con cosas percibidas
como lejanas e inaccesibles, dentro de una universidad o lugares de
investigación periféricos, en el guión de un desarrollo casi incomprensible,
para nada lineal y absolutamente molecularizado. En su lugar, ante nosotros la
realidad ya nos abofetea con todo cuanto, en la normalidad de lo cotidiano,
permite el funcionamiento de la megamáquina: infraestructuras del transporte,
de las comunicaciones, del aprovisionamiento energético, las primeras
tentativas que surgen de “ciudad inteligente”, con las redes informáticas que
permiten su administración. Mirar adelante, a lo que el sistema tecnocientífico
está preparando y en las direcciones en que nos quieren arrastrar es
importante. Sin embargo la realidad para atacar en las luchas es la actual, la
que ya experimentamos.
Billy
Notas:
1 ITFoM, acronimo de “Information Technology Future of Medicine”,
http://www.flagera.eu/?q=itfom
2 FutureICT Knowledge Accelerator and Crisis-Relief System, www.futurict.eu/
Extraída y traducida de: L’Urlo della Terra, número 3, Septiembre 2015