Cuando el mundo de la técnica sustrae nuestra esencia humana, cuando nuestros cuerpos se convierten en meras mercancías con las que trabajar, cuando la medicina se convierte en forma de gobierno y la tecnología en su instrumento principal, es hora de escupir unas cuantas verdades.

viernes, 19 de septiembre de 2014

De la informatización a la comercialización de datos. Catalunya y su proyecto tecnológico.

Este blog siempre ha estado al tanto de los progresos que el dueto Estado-Capital ha ido haciendo en pro de la explotación comercial de la vida. La implementación forzada y forzosa de protocolos, la informatización de cada dato de los usuarios de la sanidad, el continuo marketing a través de los medios de masas y las figuras públicas bien consideradas, son algunas medidas que no tienen otro fin que el de hacer negocio de la vida y los problemas de la vida.
El artículo que se comparte de la revista Cafeambllet analiza el proyecto catalán VISC+ desde sus inicios concretados hace poco más de 1 año y señala la opacidad que, como suele pasar por estos lares, está siguiendo. Un plan que propone 'valorizar' (!¿como no!?) los datos médicos, es decir, extraerles rendimiento económico vendiéndolos a las empresas que podrán individualizar más aún el perfil del consumidor de determinados productos o estilos de vida, incluso en su malestar.
No se dice en el artículo, pero otro aspecto que cabe señalar es el del clínico conceptualizado sólo como medio para extraer e introducir datos en el programa informático correspondiente. Una tarea en la que hace tiempo que nos vemos, algunos de forma forzada y otros de forma estúpidamente alegre, los que trabajamos en ello. No es raro que paralelamente se desacredite la experiencia clínica (los viejos no nos sirven ya...) en pro de la flexibilidad y adaptabilidad a las nuevas tecnologías. Un proceso que tiene consecuencias nefastas si de lo que se trata es de centrarse en la mejoría de los procesos de salud. Si comerciar con el malestar es la vía elegida, que siga existiendo y aumentando siempre será rentable.

Para leer el artículo pincha en la imagen




viernes, 8 de agosto de 2014

Reflexiones acerca del programa del código riesgo suicidio



Desde el 2008 las muertes por suicidio han aumentado notablemente. Los datos del INE del 2012 indican que lo han hecho en un 11,3%. Ante esta situación, paralela a países mediterráneos como Italia o Grecia, que además acostumbran a tener unas incidencias de las más bajas del mundo, el gobierno a través de la consejería de sanidad de turno mueve ficha. La foto no gusta y traslada mala imagen y peores números a los colegas europeos.

Si atendemos a las frases de uno de sus promotores en Catalunya, Diego Palau, jefe médico de psiquiatría del Parc Taulí de Sabadell, podemos extraer algunas conclusiones de un proyecto que seguro no entusiasma a los clínicos.

Entre algunas perlas que nos deja este trepa, que más temprano que tarde llegará a su ansiado puesto político en el gabinete de salud del gobierno, está la de la exigencia de considerar el suicidio como ‘un problema de salud’ más que como un problema social. Y así lo va diciendo en todos los lugares que tiene oportunidad de hacerlo (que no son pocos, puesto que se le da pábulo en prensa y se le promociona en TV). Quizás entiende que a partir del 2008 el aumento de suicidios va ligado a algún tipo de degeneración cerebral o genética y no tiene nada que ver con la situación socioeconómica de la gente… En esta línea, la flamante responsable del Plan Director de Salud Mental y Adicciones, Cristina Molina, afirma que el aumento de suicidios no es atribuible a la crisis porque en Grecia lo ha hecho mucho más. Quizás no está al día de la gravísima situación socioeconómica del país heleno, donde la guerra civil es una posibilidad factible en el horizonte.

Si seguimos atendiendo a los datos que éste personaje de Sabadell apunta, uno tiene la sensación de que su trabajo de trilero de los números le sale muy bien. Si bien los suicidios aumentan la conclusión es que su programa implantado allí los reduce. Mucho más tendría que explicar. Pero aunque así fuera, lo que tiene que explicar es a costa de qué y de quién.

El programa del Código Riesgo Suicidio impone a los trabajadores un sobreesfuerzo si no se aumentan los recursos. Eso lo sabe cualquiera con dos dedos de frente. Si se visitan más pacientes y en un tiempo mínimo exigido, y no se crean espacios específicos o se contrata gente para hacerlo, la cosa está clara. Para poder ‘hacer de acompañante’, ‘para estar encima’, como dice el propio Palau, las nuevas tecnologías son las que se sitúan como los medios más idóneos. Whatsapps, mails, SMS, llamadas telefónicas de control, quizás un día sensores, chips... Cubrir con tecnología las deficiencias contractuales voluntariamente buscadas por la empresa no es sólo una cuestión sanitaria, es una exigencia capitalista. Disminuye salarios, aumenta productividad y plusvalía, entre otras cosas.

De todas formas, que se aumentaran los recursos, tampoco implica que fuese beneficioso. Al menos a un nivel clínico (en principio la supuesta base de todo el programa…). Quizás algunos números mejorarán, y sin duda es lo que pone calientes a los políticos, los números y la foto finish, pero los terapeutas saben bien que en el trabajo con los pacientes no es ni mucho menos lo único que importa. El suicidio es una conducta de causas multifactoriales. La intencionalidad detrás del intento de suicidio también puede ser muy dispar. El tratamiento de cada uno debe ser adecuado al sujeto concreto. Un programa que plantea un protocolo de seguimiento igual para un individuo que toma 4 pastillas después de una discusión de pareja y uno que se tira al tren mientras unas voces le dicen que lo haga, es como mínimo superficial e ingenuo, sino de una imbecilidad clínica supina. La responsabilidad del cribaje y seguimiento se trasladará a los clínicos, claro. Pero el tiempo que implica hacer lo que se quiere exigir por protocolo también está ahí. Y ese tiempo no se desdobla. Ese tiempo se quita a otros individuos que se visitan. También graves, pero que, ahora, crean menos alarma social y no salen tanto en la foto de datos europeos.

Puesto que el programa en cuestión plantea la cuestión del acompañamiento mediante medios tecnológicos, no está de más echar un ojo a las intervenciones mediadas por instrumentos tecnológicos que parten de internet. Una revisión publicada recientemente (World Psychiatry 2014;13:4-11) que evalúa ventajas e inconvenientes deja entrever que las ventajas esencialmente se centran en el control del terapeuta y el paciente (menos heterogeneidad de la terapia, facilidad de la evaluación, centralización de datos para capacitación y supervisión), mientras que los inconvenientes derivan del profesional y el paciente como sujetos autónomos y por tanto con capacidad crítica (actitudes negativas, sentimiento de amenaza del profesional, disponibilidad del profesional) y de la ‘rigidez’ de los reglamentos legales y éticos (si la ética y las leyes se oponen al avance científico la ciencia debería ‘hacer un pensamiento’). Si eso no es una visión totalitaria de lo que es la salud mental…

Un programa como este tiene varias ventajas para los que crean y ejecutan las políticas poblacionales. Facilitará una forma de lidiar con el problema social que sea apolítica, formalmente exigida y evaluable. Apolítica puesto que permite ocultar bajo el cada vez más amplio manto de la salud un problema que para cualquiera con sentido común es multifactorial, y en estos tiempos claramente relacionado con problemas de vivienda o laborales, y todo lo que ello implica en la red social y familiar de la persona que lo sufre. Exigida porque es un plan que se implantará sí o sí en todo el territorio, obviando las características, cargas de trabajo, peculiaridades, de cada centro o lugar. ¡Y el que se mueva, no sale en la foto! La capacidad de modificación desde la perspectiva de los trabajadores que la aplicarán ha sido mínima, de pura apariencia. El programa parte de las cabezas pensantes a nivel político y gestor, no de los profesionales que atienden a diario a los pacientes. Y evaluable. Esa gran cosa moderna que permite poder extrapolar conclusiones a nivel general. Aunque para hacerlo haya que asumir que lo que se evalúa lo es dentro de unos límites muy marcados y sin margen para salirse de ellos. Y eso sí, también a costa de modificar la estructura del trabajo para poderla hacer efectiva (ordenadores en consulta, datos a cumplimentar mientras hablas con el paciente, tiempo cada vez mayor que se pasa cumplimentando cuestionarios, modificación de la forma de preguntar al sujeto que consulta…).

De todas formas, lo más preocupante no es este programa, que sólo surge como necesidad política del momento. Lo preocupante es el modelo que se está componiendo. Un proyecto político de total expropiación de la experiencia con la ciencia médica como su aval principal. Si nuestras conductas cada vez son más modeladas en torno a hábitos ´saludables’ (por los imperativos de nutricionistas, sexólogos, pedagogos, etc, de haz ejercicio, come sano, no bebas, no fumes, folla con seguridad, no te estreses y asume felizmente lo que te llegue...), ahora se trata de la expropiación de nuestro interior. Mediante la reducción determinista genética (por ejemplo, tal gen determina una conducta suicida; http://www.20minutos.es/noticia/2206670/0/predecir-suicidio/analisis-sangre/gen-estres/, en la que acertadamente se hace una analogía con la situación distópica de la película Minority Report) se trasladan las acciones a lo interno no controlable, lo propio pero ajeno. Sólo es posible el control tecnocientífico, solo el Poder puede ayudarnos mediante expertos de ‘lo nuestro indescifrable’. Se están creando los medios de control (identificación, monitorización continuada, evaluación) para poder gestionar las conductas de los individuos (protocolos de actuación impuestos, avalados por la Ciencia y ejecutados por sus esclavos). Se trata de la expropiación de la experiencia que se consigue por medios de adoctrinamiento a través de medios de masas y la formación escolar. Y cuando no es posible así, mediante la involuntariedad y la fuerza. Éstas, sustentadas en el discurso de lo ajeno no controlable y nocivo para el resto de población, la cuestión de la seguridad pública, y del poder como benefactor social avalado científicamente.

Así pues observamos que básicamente la orientación que se pretende es la del control para evitar ‘sucesos no deseados’, como en Minority Report. En definitiva, un método de rastreo y seguimiento de pacientes con intención suicida sustentado sobre las espaldas de los trabajadores que ya soportan los recortes de esos mismos gestores que ahora imponen nuevas cargas para mejorar sus números. Eso, sin importar la repercusión que tiene en el resto de enfermos más graves y menos graves atentidos en los centros de salud mental.

En definitiva, el programa del código riesgo suicidio cumple diversos cometidos. Oculta y desvía los problemas sociales bajo el manto de los problemas de salud, colocándolos así en el campo de lo individual, biológico y modificable sólo por la intervención tecnomédica. Crea una infraestructura dedicada a la identificación, monitorización y evaluación continua de personas con una conducta determinada moral y políticamente censurable. Contribuye a un discurso que sustenta la expropiación de la experiencia y el sentido de la experiencia a las personas. Nada que decir del suicidio como opción vital, como muerte digna, como responsabilidad personal. Lo único que nos repiten continuamente es que el 85% están asociados (habría que ver cuál es esa asociación) con la enfermedad mental. Y de ese discurso médico-moral no nos dejan salir.

martes, 20 de mayo de 2014

DEL MANAGEMENT AND CLINICAL INNOVATION HEALTH FORUM Y OTRAS MIERDAS SIMILARES





Llega por tercer año consecutivo el congreso dedicado a la gestión de los servicios sanitarios y la innovación tecnológica del sector. El Management and Clinical Innovation Health (MIHealth) Forum, que se hará el 21 y 22 de mayo en Barcelona.



En él se darán cita políticos de distinto pelaje, directores ejecutivos de grandes empresas farmacéuticas o tecnológicas, ideólogos del sistema sanitario 2.0, médicos trepas aspirantes a político o director de lo que les permita pavonearse, representantes de ávidos grupos inversores, formadores de semejante calaña provenientes de escuelas de negocios elitistas y demás morralla emparentada por esa estúpida forma de hablar entre anglosajona y cibernética (e-learning, networking, learning-by-doing, biocápsulas y demás memeces por el estilo).



Si se publica este texto no es sólo por el gusto (grande) de insultar a quienes con sus acciones diarias modifican directamente nuestra realidad presente y futura conduciéndola más y más hacia la miseria del mundo mercantil, sino la de exponer el telón de fondo sobre el que se dispone este ‘foro’ y poder darle una respuesta organizada y contundente con el tiempo y las afinidades adecuadas.



La casta política catalana, de la mano de su prima hermana la empresarial, que ha podido influir en la orientación de la política sanitaria viene viendo el filón de la mercantilización de la salud desde hace años. Como entienden que el desarrollo de un país depende directamente del nivel de innovación y capacidad de vender (sean ideas, máquinas o llegado el caso, personas o trozos de personas), han invertido sus esfuerzos en desarrollar ese ente bautizado como Biocat, destinado a hacer de plataforma de unión entre empresas, universidades e instituciones públicas y organizar eventos, foros, formación, publicidad, para dar salida a su planificación de lo que debe ser este pais. De esta forma las ideas recién cocinadas por los sujetos que la universidad ya se ha encargado de formar pasan a valorizarse mediante las tecnologías desarrolladas y aplicadas para convertirlas en productos consumibles (después del adecuado condicionamiento para crear su necesidad; léase medios de comunicación, ferias, publicidad, educación escolar…).



Pero lo que no se dice, lo que se siente y se expresa mediante múltiples formas del malestar y la miseria existencial, es que ese desarrollo tecnológico tiene otras implicaciones muy alejadas del bonito discurso del Progreso. 

'La ciberética es el pensamiento policial del Imperio'



Uno de sus valedores, presente en este foro, Jorge Juan Fernández García, Director de Salud 2.0 del Hospital Infantil Sant Joan de Déu y responsable del ‘Hospital Líquido’ (tomando la metáfora del sociólogo Bauman), afirma que se gana en flexibilidad, accesibilidad y colaboración. Lo que quiere decir es que el poder médico se extiende más allá de la institución, se funde en la sociedad, adquiere y transmite información de forma continua con la sociedad, permite que la información fluya más entre instituciones diferentes. ¿quién pondrá un límite a eso?... pero además ¿qué implica eso de la teleconsulta, la teleenseñanza, el e-gobierno? Este tipo de dispositivos se orientan para que no hayan opacidades, grietas por donde se escape la información. Se pretende un control más efectivo mediante la transparencia absoluta (formalizar lo informal, explicitar lo implícito, valorizar lo que está fuera del valor), la promoción del autocontrol del sujeto condicionado/formado para ello. Se tiende así al totalitarismo, entendido como extensión del poder a todos los niveles sociales. No de forma concentrada, sino difusa. Una forma de control que viene de la cibernética, que pretende que el control de un sistema se obtiene mediante un grado óptimo de comunicación entre sus partes y que, bajo la noción de ‘sistema’, postula una analogía entre organismos vivos y máquinas. Puede sonar paranoico, pero nuestra realidad lo es.  ¿será casualidad que empiecen por un bien tan preciado como es la salud de nuestros hijos?



Estos buitres pretenden vendernos que la comunicación es mejor mediante la tecnología. Pero no se refieren a la calidad, no, sino a la inmediatez, a la sensación subjetiva de cuidado del ‘cliente’. Es falso que mejoren la comunicación, puesto que es una comunicación indirecta, mediada por tecnología, aséptica, descontextualizada. Es pura apariencia. Meternos toda esa maquinaria implica un debilitamiento de las herramientas clínicas y comunicativas, un empeoramiento de las condiciones de consulta médica donde el trasvase de información se hace de forma directa y contextualizada, atenta a lo no-verbal, a lo implícito, abierta a la dialéctica del diálogo entre dos personas. ¿qué supone pues el tinglado tecnológico en la atención médica? Accesibilidad sí, al encender el ordenador primero, claro. Pero a cuenta de que tu interlocutor pueda estar haciendo otras cosas distintas a la vez con la merma atencional que puede suponer. Que no haya necesidad de espacio de consulta (con un ordenador puedes atender desde donde quieras con el ahorro que supone en gastos inmobiliarios y por lo que se dan palmaditas en la espalda los gestores). Que el profesional que atiende pueda no tener las herramientas comunicativas, sociales, éticas, imprescindibles en el acto médico orientado a una terapia holística. Que es igual porque como te escribe un protocolo por mail.... En definitiva, va a suponer una peor atención, aunque sea inmediata o más rápida y calme las ansiedades con explicaciones más o menos certeras. Tal perspectiva lleva aparejada inevitablemente que la dirección de la atención sanitaria sea evaluada en términos económicos y de satisfacción del ‘cliente’. Ese clientelismo marca los presupuestos destinados al cuidado de la salud orientándolos cada vez más al marketing. Como en las empresas, se invertirá más en marketing que en formación y atención. Que entren sponsors en el mundo sanitario no es una quimera. Lo importante no es el resultado, es que el cliente esté contento con lo que se le explique.



Como base de su discurso público, usan el mito de la tecnología como medio deificado que puede resolver cualquier problema cuando lo único que pretenden es mantener y desarrollar las actuales condiciones sociales y económicas, es decir mantener el sistema capitalista. La programación de los gobiernos de implantar este sistema responde a los designios de desarrollo económico (se crean infrasestructuras ahora necesarias para la implantación del modelo, se crean empleos tanto de carácter más técnico como de escasa cualificación, se potencia la inversión de empresas, mejora la productividad de la asistencia, esto es, el número de atenciones no importa cual sea el resultado), no de mejorar la asistencia sanitaria. Ese dinero invertido para implantar ese modelo mejoraría por mucho menos la propia asistencia.



Hay que plantearse cómo hacemos frente a un poder que se ejerce sobre nosotros de forma tan difusa, que se aplica mediante medios aparentemente neutrales (tecnología) para la mayor parte de la gente y que los medios se encargan de ensalzar diariamente allí donde pueden hacerlo y de construir un discurso continuo basado en la mejora de la eficiencia, del control económico, de la facilidad de uso, de la reducción de trabajo, etc. Nunca se habla de la formación del sujeto apto para su uso (que precisa formación específica, adaptación rápida y continua, modificación de su perspectiva y modo de trabajar, de las dificultades que entraña para algunos y la facilidad con que se justifica su recambio por otros sujetos más adaptados simplemente por relevo generacional…) o de los costes de la implementación de un sistema tal (que abarca desde los estudios preliminares hechos por técnicos y asesores hasta la construcción de infraestructuras pasando por los recursos materiales o los cursos formativos). Pero ¿alguien puede creerse que esto es por mejorar una atención sanitaria que se encargan de destruir cada vez más desde que iniciaran sus decisiones planificadas de cargarse la sanidad tal y como la conocíamos? Cierres de camas, disminución de estancias hospitalarias, reducciones de personal, cierres de servicios, unidades, programas, ¿para sustituirlo por tecnologías? ¿y mejorar así la salud poblacional?



Un hombre de miras amplias como Pier Paolo Pasolini afirmó hace ya algunos años que la tecnología es genocida. Y es que se encarga de extinguir un tipo de sujeto con una perspectiva y una forma de vida concreta para sustituirla por otra distinta. Esto es lo que hoy representan los que se reúnen en Barcelona. La imposición de su forma de vida sobre la nuestra. Por eso les odiamos. Por eso no les queremos aquí, ni en ningún lugar.



Se decía al principio que da gusto insultar a los que dirigen nuestras vidas hacia un lugar que no nos apetece en pro de sus intereses personales. Más gusto nos daría a algunos devolverles algo de lo que nos hacen día a día. Tienen nombres y apellidos, dirección, trabajo, van al gimnasio, a sus asociaciones… Ellos no retrocederán. ¿y nosotros?