Cuando el mundo de la técnica sustrae nuestra esencia humana, cuando nuestros cuerpos se convierten en meras mercancías con las que trabajar, cuando la medicina se convierte en forma de gobierno y la tecnología en su instrumento principal, es hora de escupir unas cuantas verdades.

domingo, 10 de marzo de 2013

De la neurociencia como medio totalizador


En estos tiempos de movilización social que siguen a la crisis económica de la parte rica del planeta, se enarbolan las pancartas y los gritos por el reparto de riqueza, por la transparencia institucional, por la bondad y eficiencia de los gestores, entre otras cosas. Una de esas reivindicaciones más importantes por estos lares es la de la retirada de los recortes presupuestarios para poder seguir invirtiendo en ciencia y tecnología y seguir creando empleos técnicos y bien pagados. Con el favor de la mirada izquierdista del programa de TV  ‘Salvados’, por ejemplo, se nos moviliza para alinearnos en la defensa de los intereses de la ciencia y la investigación. Pero, ¿tenemos que seguir apoyando ese discurso de lo bueno de la ciencia, del progreso, del desarrollo?. Así, sin más, sin reflexionar un poco sobre algunos aspectos que implica.

Estas líneas buscan pensar un poco sobre la difusión de las aplicaciones que la ciencia de lo cerebral, la neurociencia, está desarrollando y de cómo esas mismas conllevan un todavía mayor arrinconamiento de las libertades.

La neurociencia básica se encarga de investigar el funcionamiento cerebral. En los últimos años la esfera emocional ha pasado a centrar la atención por encima de los mecanismos racionales. Y en ese sentido se han desarrollado aplicaciones que tratan de extender esos conocimientos con fines comerciales y de control ciudadano.

El neuromarketing, su aplicación a la publicidad, las relaciones comerciales, etc, aplica las enseñanzas de la neurociencia para captar mejor la atención de los clientes (o futuros clientes, los niños). Centrarse, por ejemplo, más en sentidos que a nivel cerebral tienen un menor filtro racional, como el olfato, es una consecuencia de estas investigaciones aplicadas. O disponer todo el decorado típico de las campañas electorales con su maquillaje, sus lágrimas con víctimas de todo tipo, sus abrazos a niños, ancianos, esposa e hijos... con objeto de conseguir un voto por la vía emocional. O disponer todo el ambiente de un determinado centro comercial o de ocio de forma que se haga más atractivo al consumo. En este mismo sentido, el económico, se desarrolla la neuroeconomía, que se centra en los mecanismos cerebrales que dan lugar a la toma de una decisión financiera determinada o de las decisiones financieras que en determinados momentos son tomadas por muchos inversores y que causan descalabros financieros globales. Evidentemente, la finalidad de dichos estudios está bien clara, y no es el amor al conocimiento...


Por otro lado, la neuropolítica es la aplicación en el ámbito de la gobernanza de los ciudadanos. Una forma de gobernar por la vía indirecta e implícita puesto que la gobernanza clásica (vía represiva y punitiva) tiene límites y genera movilizaciones de resistencia. Dar cabida en los movimientos de resistencia, en los discursos, en las acciones, etc, contra el capitalismo y las crisis que produce para seguir aumentando su tasa de beneficio a costa de la explotación y exclusión de la mayoría, es contraproducente. Es llevar el germen del propio fracaso en su seno. La defensa del uso de esos conocimientos en pro de una mejor ‘conducción política’ se ve tanto en la derecha como en la izquierda, e incluso en algunos supuestos círculos libertarios. José Mª Sanchez Bursón, uno de esos expertos de la innovación, la participación, los derechos y demás intereses que hacen de trampolín político, lo expresa así de claro: ‘Se trata, al igual que el neuromarketing, de promover conductas, comportamientos y tomas de decisiones favorables desde las perspectivas de las políticas públicas’. Ni una palabra sobre quiénes son los que desarrollan esas políticas públicas, de a qué intereses favorecen, como si éstos estuviesen por encima del bien y del mal, como si el Estado y sus instituciones apareciesen de la nada y fuesen incuestionables. Pero no contento con ello continúa: ‘El método de neuropolítica permite soslayar las acciones coactivas o represivas en beneficio de actuaciones persuasivas que invite a tomar decisiones saludables, en la medida que aumenta la probabilidad de que las acciones ciudadanas sean las más adecuadas desde la perspectiva de la formulación de las políticas públicas’[...] ‘A través de los nuevos métodos obtenemos una mayor eficacia en los resultados y una mayor rentabilidad de las campañas’. Uno, cuando lee esto, tiene la sensación de que le toman por un subhumano incapaz de hacer nada por sí mismo si no es guiado por una élite científico-política. Habla de ‘lavado de cerebro’ y se queda tan ancho. Eso sí, por nuestro bien y de forma democrática.

En fin, de lo visto hasta aquí se desprende un tufo autoritario disimulado con vestidos democráticos. ‘La función del soberano es aquí la de articular los dispositivos que lo harán superfluo, que permitirán la autorregulación cibernética’, nos dicen los del colectivo Tiqqun. Así, si los dispositivos se pueden definir como la creación de una intención mediante ambientes acondicionados, la neurociencia se puede entender como uno en tanto su discurso y su práctica permiten, mediante sus aplicaciones derivadas, reproducir el sistema de dominación de forma invisible, despolitizada, aséptica. El neuromarketing en el área del condicionamiento para el consumo, la neuroeconomía en el área del condicionamiento de las decisiones económicas y de previsión de descalabros financieros, la neuropolítica en el área del condicionamiento para el orden y la obediencia (el gobierno francés, siempre más avanzado en cuestiones de modernidad política, ya inauguró hace unos meses bajo el mandato de Hollande la creación de una oficina de neuropolítica), se sustentan en la práctica de la neurociencia. Además de las aplicaciones materiales más concretas que servirán para influirnos de la manera más sofisticada sobre nuestras decisiones políticas, económicas, mercantiles, existenciales, estas disciplinas derivadas todas de la investigación sobre el cerebro humano generan predicados con cada experimento que conforman la identidad del hombre como hombre, y que al mismo tiempo operan una exclusión sobre los que no cumplen esa identificación. Esa taimada operación política, por más que se disfrace, es autoritaria e interesada.

‘El Imperio no se opone a nosotros como un sujeto que nos hiciera frente, sino como un medio que nos es hostil’ La insurrección que viene.